Cuando Phil Spencer tomó los mandos de Xbox, la división de videojuegos y consumo de Microsoft empezó su ascenso a un nuevo nivel. Los problemas heredados por la mala comunicación inicial a la hora de lanzamiento, que empañaron la opinión de muchos de fans, se fueron poco a poco diluyendo, y con los lanzamiento de estos últimos meses que hemos tenido la oportunidad de disfrutar, la Xbox, con Spencer y su equipo al mando, ha subido de nivel y pasado de pantalla.

Personalización al servicio del usuario
Desde que agarré por primera vez el Xbox Elite, la sensación de buen trabajo y calidad fue más que palpable. Y es que mando tiene un precio al nivel de la calidad de sus materiales: plástico de alta calidad, metal y goma antideslizante en un diseño muy discreto y elegante en negro y gris; elementos todos superiores a los de un mando convencional -o a los de cualquier edición especial-, todo combinado con unas posibilidades para el jugador impensables para los mandos scuf más caros del mercado.
Y como todo tiene un precio, el del Xbox Elite son 150 dólares/euros por los que a cambio recibimos un mando, funda, accesorios y una experiencia de juego que no se puede comparar con otra del mercado, al menos de momento. En este sentido, lo que hace interesante al Xbox Elite Controller es su nivel de personalización: los joysticks, y los pads traseros son magnéticos, increíblemente fáciles de poner y quitar, incluyendo la posibilidad de hacerlo in-game y, además, ofrecen la posibilidad de incluir 4 botones adicionales en la parte trasera. Eso es especialmente interesante puesto que permite cambiar la experiencia de juego entre distintos títulos sobre la marcha, además de poder cambiar el estilo de control para un mismo juego en función de que sea la campaña o el multijugador, por poner un ejemplo.
Cuando lo sacamos de la caja, el Xbox Elite incluye una funda rígida de transporte para el mando y sus accesorios junto con 4 D-pads traseros scuf metálicos y magnéticos, una cruceta clásica, una cruceta en facetas, seis sticks para el joystick repartidos entre dos estándares, dos estándar largos y dos pequeños curvos, un cable de carga trenzado y dos pilas AA. Lo más interesante, y aquí viene el primer punto de vista positivo, es que podemos intercambiar y combinar cualquiera de estas piezas de la forma que mejor nos convenga para adaptarlas a nuestro modo de juego, logrando un control personalizado y alta ergonomía que, de momento, no se consigue con otro mando.




No obstante, no todo está en los accesorios del mando. El propio Xbox Elite incluye algunas configuraciones que podemos cambiar directamente en el propio accesorio con un solo toque. De todas, la más interesante es poder reducir la longitud del recorrido de los gatillos gracias a un bloqueo por hardware que incluye el mando en la parte trasera. Si lo activamos, podremos reaccionar mucho más rápido, puesto que los gatillos tiene mucho menos recorrido, por lo que el tipo de respuesta es menor, sabiendo además que podemos ajustarlo aún más por software. Un punto muy interesante es que cada gatillo tiene su propio bloqueo independiente, por lo que podremos configurarlo por separado en función de nuestras necesidades.
Volviendo a los pads scuf traseros, el mando nos permite, como una posibilidad más de configuración, desactivarlos pulsado dos veces el botón de sincronización; pero la personalización del Elite no termina aquí. El mando incluye un deslizador central que permite alternar entre dos configuraciones predefinidas o pre-configuradas en la aplicación de forma independiente. ¿Cómo? A través de la aplicación de Xbox y Windows 10 que, junto con los accesorios y el hardware, es la auténtica piedra angular del Xbox Elite, combinando todas posibilidades del mismo.

